lunes, 15 de junio de 2009

Gallo ciego

Gallo ciego
Rubén Fontana

Las personas nos pasamos la vida intentando canalizar la voluntad de ser y hacer y representar lo que se quiera a elección, drama o comedia, exponiendo la vida a aprobaciones o censuras, supone una cuota de necesaria obstinación.
No hay escuela que enseñe la brutalidad de la experiencia que se puede aprender con la práctica.
Todos los oficios y las disciplinas, todos los quehaceres del hombre, se basan en una construcción teórico ideológica y en una pragmática; es imposible ejercer un oficio sin el contexto de una reflexión ideológica, y también lo es ejercerlo sin la rutina de su práctica. Y la experiencia como acumulación de la práctica y evolución de la teoría requiere siempre del tiempo.

La interacción mano-ojo-mente es fundamental para el conocimiento de la intimidad de las cosas; es un procedimiento de aprendizaje basado en la indisolubilidad de la teoría y la práctica.

Es posible que, si ignoran el valor del aprendizaje manual, los futuros diseñadores resulten ser muy buenos operadores con una cuota impredecible de analfabetismo visual. Esto no es una idea abstracta; lo vivimos en nuestro estudio de diseño cada vez que llegan jóvenes egresados de carreras universitarias, cuando no tienen aptitudes para resolver situaciones que no estén prefiguradas en algún programa, cuando no pueden traducir en palabras claras el concepto que hay que comunicar, cuando son incapaces de escribir las etapas del plan a seguir.

Los maestros
Nos enseñaban a ver, a comprender las leyes básicas de la armonía, de la forma, del volumen, de la composición y del color, educando culturalmente las dotes naturales e instintivas de la visión.

Las leyes señaladas y observadas en aquellas obras de arte desnudadas por los maestros quedan grabadas y, definitivamente, enseñan. Esos conocimientos contribuyen a direccionar los intereses visuales, entre ellos los del diseño y la tipografía.
El diseño gráfico por teléfono, que consistía en que 2 personas se contacten, unas veces a la distancia y otras personalmente.

Ver en los otros

Juan Andralis era sinónimo de cultura, manejaba el idioma con tal precisión que su capacidad de buscar y encontrar definiciones a través de las palabras lo asemejaba a un poeta. Fue un gran orador y un narrador excepcional que sabía manejar los ritmos y el interés en el relato.
Escuchando conversaciones de otras personas se puede aprender mucho.
Cuando se quiere sensibilizar a un alumno en el conocimiento de la forma de la letra se debe hacer recorrer aquella imagen, despacio... curva por curva, para que descubra la velocidad empleada en cada una de esas líneas, como en un circuito de competición, tratando de que asimile los estímulos que produce la forma, y también el trazo.

Oficiar el oficio
Pensando desde el oficio de diseñador, a veces tengo la fantasía de que los cursos de perfeccionamiento son una manifestación más del desaforado fenómeno consumista, que instauró esta forma de estudio continuo y un tanto compulsivo como método para desarrollar la proliferación de escuelas y universidades al margen de las verdaderas necesidades de la enseñanza y del aprendizaje.

Aprender enseñando
El esfuerzo por desarrollar temas que no son de interés personal es, cuanto menos, perturbador; cualquiera lo ha sufrido en algún momento. Las materias complementarias obligatorias difícilmente definen la vocación y mucho menos los intereses de un estudiante. Con toda seguridad, hay muchas opciones para incorporar esos necesarios conocimientos complementarios.

Para enseñar, primero se debe poner en claro las ideas, salir del automatismo del hacer para pasar a racionalizar los mecanismos propios del trabajo.
La enseñanza, así tratada, no difiere de la práctica profesional. Para saber sobre diseño se lee, se observa, se conoce, pero fundamentalmente se hace.

Las maneras del saber
Para resolver lo que se plantea en el hacer de todos los días, el diseñador tiene que haber tomado conciencia de que se diseña para los otros y no para uno mismo. Debe aplicar la intuición, innovar y reconocer las circunstancias culturales de la época, así como también estar suficientemente informado acerca de la cultura de la audiencia de ese mensaje. La unión de todos estos aspectos hace al trabajo cotidiano; adecuadamente dosificados, determinan que el mensaje posea el interés, la claridad y la efectividad requeridos.
La práctica cotidiana, entonces, es la que permite ratificar los conceptos, la que confirma día a día si nuestras ideas son válidas o no. De esa práctica continuamente nos surgen las preguntas y también algunas respuestas.

Gallo ciego
Gallo Ciego es el nombre de un tango de Agustín Bardi que me dio el pretexto para anotar sonidos, en este caso por medio de los signos de la tipografía.A continuación Rubén Fontana mostró un trabajo audiovisual ilustrando un tango por medio de la tipografía, con lo que concluyó su ponencia.

1 comentario:

  1. Maravilloso este ensayo y una síntesis de muchas inquietudes en este noble oficio que es el Diseño.

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